El presidente de Guatemala, Bernardo Arévalo, expresó este lunes su profundo pesar por la muerte del papa Francisco, a quien describió como “un hombre de paz y de sabiduría”, y decretó tres días de duelo nacional en honor al sumo pontífice.
“Un hombre de paz y de sabiduría. Hoy deja el mundo el papa Francisco, uno de los hombres que, en la sencillez y desde la humildad, demostró su grandeza”, escribió el mandatario guatemalteco en su cuenta oficial de X.
Un legado guiado por los más necesitados
Arévalo destacó la vocación del papa Francisco por los pobres y los más necesitados, señalando que su ejemplo guió a millones alrededor del mundo. “Su vida florece en el enorme legado que deja para la humanidad”, añadió el jefe de Estado.
Aunque el pontífice no realizó visitas oficiales a Guatemala durante su pontificado, su mensaje caló hondo entre los fieles del país, especialmente por su enfoque pastoral centrado en la compasión, la inclusión y la justicia social.

Tres días de duelo nacional
El Gobierno de Guatemala emitirá este martes el decreto oficial en el Diario de Centroamérica, estableciendo duelo nacional los días martes, miércoles y jueves, en los cuales la bandera nacional ondeará a media asta en señal de respeto.
Además, la Cancillería guatemalteca envió un mensaje de condolencias al Estado de la Ciudad del Vaticano, a la Iglesia católica y a los millones de fieles en todo el mundo que lamentan la partida del pontífice.
El legado del Papa Francisco
Con la muerte del Papa Francisco, se cierra una etapa significativa en la historia contemporánea de la Iglesia Católica. El primer Papa latinoamericano, deja atrás un legado complejo pero trascendental, caracterizado por su enfoque en la inclusión, la humildad, el medio ambiente y la justicia social.
Durante más de una década, impulsó reformas internas, mantuvo posturas firmes frente a temas globales y buscó acercar la Iglesia a los sectores más marginados de la sociedad.
Aunque enfrentó críticas y desafíos, su liderazgo marcó una diferencia notable en el Vaticano tras la renuncia de Benedicto XVI.
Su fallecimiento da paso a un proceso de transición previsto por la tradición, pero también genera incertidumbre sobre el rumbo que tomará la Iglesia en los próximos años. Mientras tanto, millones de fieles en todo el mundo se preparan para despedir a una figura que, con sus gestos sencillos y mensajes firmes, dejó una huella indeleble en la historia reciente del catolicismo.





